Vida… ¿Mucha vida?

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Poco a poco la vida se va llenando de cosas. Como esa caja que guardabas con tanto esmero en un cajón de pequeño, en la que dejabas objetos queridos, papeles, fichas, chapas, que ahora no son más que recuerdos ya que los dejaste en esa casa que un día te perteneció.

¿Qué nos sucede? Crecemos, cambiamos, y no me refiero a la barba. O nos creemos que hemos cambiado, ya que creo que, en el fondo, seguimos siendo los mismos que cuando éramos unos humanos de metro y cuarto. Muchas veces pensaba que era único en algo, por lo que pensaba o por la forma de ver las cosas; y la experiencia dice que somos menos distintos de lo que parece, realmente compartimos muchos sentimientos, experiencias y formas de ver las cosas, por lo que pienso que esto mismo le pasa a mucha gente, pero no lo dice en voz alta.

Sí, yo sigo siendo un niño, me siguen gustando las mismas cosas: la hierba, quedarme en la cama hasta tarde, ensoñarme, oír M80 imaginándome aquella ventana y aquel verano… Y cada vez pienso que este mundo de adultos, en el que parece que me he integrado tan bien, es menos para mí. Las cosas malas son aquellas que te tientan y te hacen separarte de lo que quieres; y las malas malísimas son aquellas que dan la vuelta a la tortilla y te hacen creer que ellas son las buenas. No amigo mío, no. Soñar es bueno, dormir es bueno, los amigos son buenos, el trabajo, si breve, dos veces bueno. Y la vida desenfrenada, trabajar demasiado, pensar demasiado poco en uno mismo y tener poco o nada de tiempo para pensar qué es lo que quiere y ama, es malo.

Mi vida está llena de cosas, de vivencias, de momentos, pero espero que con ella pase como con el cerebro, como decía Einstein, que por mucho que vivamos nunca la llenemos hasta los topes y nos pase como a Tita, de Como Agua para Chocolate, que quemó los cerillos de su vida demasiado rápido y ardió, feliz, pero ardió. Y el calor que me das en la cama por la mañana son las brasas que me mantienen encendido todos los días.