Cyberpunk
¿Hace una de recuerdos? De pequeño, desde que cumplí los 10 años, las ganas de ser cyberpunk no me abandonaban. Veía la Red como algo oscuro en apariencia y brillante en su idea. Como algo que, en un futuro, usarían los iluminados para controlar de una forma más justa el mundo. Estética artificial, LEDs, cables y voltios que alimentaban ideas…
Ahora la Red ya no es nada de eso para mí, al menos la mayor parte del tiempo; quizás dejé el romanticismo perpetuo, como el permafrost en el Polo Sur, atrás, guardado en el bolsillo trasero de mi pantalón por si algún día lo necesito, ya que aprendí a usarlo bien.
Utilizando el posesivo del que hace gala el movimiento, nuestra red ha dejado de ser nuestra; la Red tal y como la imaginábamos ya ha sido engullida por el mundo. ¿Qué pasó cuando Internet se dió a conocer al gran público? ¿En serio creíamos que la gran mayoría dibujarían nuestro logo etéreo en sus velas? El romanticismo, como en muchos otros aspectos, pecó de ingenuidad.
Sí, la Red ha entrado en la vida de la gente, más rápido incluso de lo que pensábamos; pero no, ya no es aquella red en la que se valoraba cada intrucción que hacía correr nuestros bits de una parte a otra del mundo, tejiendo nuestra nación cuyas fronteras acababan en el mismo punto donde empezaban.
La gente sigue siendo gente, y los cyberpunks siguen siendo cyberpunks. Pero una vez la Red se generalizó los cyberpunks ya no son, o somos, o lo que sea, algo distinto a los falangistas, o los ecologistas, o los hippies, o los cocainómanos: gente que ve el mundo de forma diferente y que, quizás, aspira a cambiarlo. Cometimos el gran error de hacer pública la Red, de no exigir amor a los bits para formar parte de ellos.
¿O acaso no ves que la red se desarrolla a semejanza del mundo real? La gente busca iconos inutilmente graciosos para su cliente propietario de mensajería instantánea, los grandes gurús cobran por dar charlas encorbatados y las empresas hacen de la Red su mercado más jugoso. Hasta hay corbatas estampadas con unos y ceros; encarcelados con los barrotes que nos sirvieron como armas.
A cada paso que damos la masa nos rodea a ciegas, como sin querer, como contando un chiste. MSN Spaces ni es nuestro ni lo queremos. Y además es tan sencillo caer dentro de la masa que nuestra intelectualidad, lo que somos, se diluye como los átomos de estrellas pasadas que forman parte de las cuerdas vocales que cantan reggaeton.
Es nuestro sino escondernos, como si fuésemos extraños en nuestra propia tierra, Freenet no es la solución, es la Red que un día perdimos hecha nuestra de nuevo… Antes nos protegíamos mediante el acceso, hoy lo hacemos mediante la criptografía. Quiero un sitio nuestro, extraño, mágicamente lógico, oscuro, lleno de bits por ordenar y comandos que lanzar, con la netiqueta por bandera. La masa enguye, y tengo demasiado cariño a mi intelecto, precisamente porque ya no tengo 10 años, pero quiero que la Red me atrape de nuevo.