El fin de la tonadillera
Parecía que con el fin del ciclo de “tonadilleras”, mujeres de gran voz y poco arte que interpretan canciones escritas por otros, esta farsa se iba a acabar… Pero llegan los triunfitos, los Fran Pereas y demás personajillos que son al arte lo que los billetes al capitalismo.
A ver, puede sonar un poco fuerte, pero la música está infravalorada. Infravalorada como lo que es: composición, plasmar un sentimiento, situación, realidad o ficción, mediante notas, letras, ritmos, y unión de todo ello. Llegados a este punto, ¿qué papel toma el cantante? En mi opinión le da un toque, un brillo: un buen cantante impregna sutilmente con su estilo la canción que canta pero sin sobreimpresionar su figura sobre la propia canción… Como un buen actor.
Y hablando de actores, ¿a que nadie piensa que sean ellos los que escriben los guiones que interpretan? Pues no, Rocío Jurado no escribía lo que cantaba; cantaba lo que escribían otros. Como Fran Perea, como los chavalitos de Operación Triunfo…
No sé quién acuñó el término “industria musical”, pero nada más lejos de la realidad: una industria de engrasados engranajes que sabe, como quien hace un coche, elegir el claxon, la carrocería y el nombre de su “modelo”. La escena musical se divide en 4 grupos, siendo el más amplio el de los cantantes basura. El resto de grupos corresponden a los que están tan alto que ya pueden pasar de los gustos de las discográficas y hacer lo que quieren, como Red Hot Chilli Peppers, aquellos que pasan de las discográficas y no aspiran a forrarse, y a las tonadilleras. Y demás grupos que se me pasan, seguro, pero no importa.
Pues eso, Rocío, descansa en paz, hubiera quien hubiese detrás de esa máscara de lujos, hortería y renegación de la Sanidad Española… Supongo que, como detrás de todo gran personaje, había alguien escondido detrás.