Sueño
Madrid, como si fuera agosto, se ha quedado vacío. Aceras llenas de las almas de los coches que suelen pasar ahí las noches… Y que ahora no están. Me encuentro solo entre tanto ladrillo, plástico y asfalto; pero de forma contraria a lo que se podría pensar me gusta, me encanta: ahora mismo soy muy feliz aunque de una forma quizás un poco enfermiza.
El estar un par de días sin relacionarte con nadie hace que la mente se asimile a si misma. Hoy cociné con lo que queda por la casa (mañana me toca hacer compra) y fue la mejor comida que recuerdo en los últimos años. Probar algo nuevo es más sencillo cuando estás solo, y he demostrado culinariamente el parecido entre un código hash y una comida: el más mínimo cambio puede variar completamente el resultado. ¿Qué cuál fue el cambio de hoy? Hacer un hueco en el salteado de cebolla y beicon para echar el orégano, dejarlo así en la sartén unos 5 segundos y luego ya echar el tomate para arrejuntarlo todo y servirlo junto a 3 nidos de pasta… Me supo totalmente distinto que cuando echaba el orégano después del tomate. Durante 10 minutos fui inmensamente feliz siendo consciente de que, poco a poco, voy aprendiendo cosas que me sirven para ir cambiando poco a poco lo que soy hacia lo que quiero ser.
Abro las ventanas de par en par y oigo silencio, Madrid duerme de día y de noche, como cogiendo fuerzas. Y yo duermo con sueños maravillosos en los que todo es como yo quisiera y en los que digo las cosas que no me atrevo a creer. Que sea de día hasta tan tarde es delicioso, pero no ayuda a administrarse el tiempo porque en cuanto te quieres dar cuenta son las nueve y media de la noche. Ahora son las ocho y diez.
¿Se necesita a una segunda persona, o una tercera? Quizás los primeros días no e incluso puedes llegar a vivir siempre aislado, pero no creo que a partir del tercero sea bueno, así que mañana o a más tardar pasado saldré de aquí, me mojaré en el césped de algún parque y miraré a mi alrededor.