Triste lluvia
Afuera caen gotas lentamente, como si el cielo estuviera haciendo el amor por primera vez a la tierra. Los árboles cierran los ojos para sentir la lluvia deslizarse entre sus hojas. Esta ciudad arropa cientos de miles de historias, todas juntas, todas separadas.
Hay una pareja que se proteje de la lluvia bajo un soportal de piedra, ríen y se besan; un anciano está llorando con su perro muerto entre sus brazos, y lo sacó a pasear esta mañana; una chica da las últimas caladas a un cigarro apoyada en su ventana; hay alguien que sonríe porque ha terminado el crucigrama del domingo mientras su pareja, en otra habitación, le echa de menos; dos adolescentes se despiertan juntos en una cama blanca, esta madrugada ella le ha desvirgado a él.
Ahora mi historia se sucede aquí, frente a una pantalla con letras, a la que le sigue otra que muestra el final de una película: comida de amigos en una terraza barcelonesa, dos mujeres lloran. Y yo a la espera de que pase algo, de descubrir alguna melodía o algúna palabra maravillosa. No hay ninguna luz encendida en mi casa, sólo la fantasmagóricamente dulce luz del cielo mojado. Rodeados de gente esperamos las sonrisas en las caras de nuestros amigos, mirando los relojes de agujas que corren despacio, como las gotas por las ventanas. Siento paz al pulsar en “Publicar”, aunque hoy, como cada doce meses, es el día más triste del año. Monotonía de lluvia tras los cristales.