Toda la vida igual
Una nube tumultosa e invisible me rodea, ritmos de instrumentos inventados gracias a la teoría de la información suenan cada vez más rápido dentro de mi cabeza, nadie conoce la respuesta a una pregunta que aún no se ha formulado. Y aquellos que elucubran, pues eso, elucubran.
¿Nunca piensas que todo pasa demasiado deprisa? El tener acceso a la información de todo el mundo hace que uno se pierda entre cientos y cientos de océanos de datos, abstracciones de la vida de unas gentes que habitan un lugar totalmente distinto al tuyo. Sexo a través de la red y miradas de ojos azules en un paisaje helado. Cables submarinos distorsionando bits. Una persona dormida ante el ordenador que informa de que uno de los segmentos de fibra óptica que nos une a tí y a mi lleva más de 20 SES, ese nimio bit erróneo por cada millar hace que tus palabras y tus gestos se distorsionen; no sé hasta que punto he dejado de entenderte.
Espero no llegar a comprender nunca el acto de andar sin pensar o fijarse en lo que hay a tu alrededor cuando lo haces. A veces me siento rodeado de autómatas, siendo los únicos humanos que quedan aquellos que en Barcelona llaman incívicos: mendigos, putas, chalados y buscavidas. Hoy la Gran Vía a las 10 de la mañana parecía una película de sentimientos: nubes bajas y grises, hordas de gente rastrillando las calles con sus suelas de goma, y yo parado de pie sin saber muy bien qué cara dedicarle a esas moles de piedra y cristal. Hoy los edificios de tan céntrica zona de Madrid me parecieron estar más increibles que nunca, como un ángel en un bar de copas. Tenía ganas de sentarme y llorar. Y nadie se daba cuenta.
¿Hasta qué punto es inhumano todo esto? Bajar al metro, subir a la calle, deslizar los dedos sobre un teclado como el satélite que sobrevuela la tierra y toma fotos en los lugares correctos. ¿Hay algo que se pueda considerar humano? Todo es relativo y ni la RAE viene en mi ayuda en este momento:
humano, na.
(Del lat. humānus).
- adj. Perteneciente o relativo al hombre.
Habrá que seguir esperando, subiendo y bajando, ingiriendo y vomitando, mirándote y apartando la mirada, cada día de nuestras vidas hasta que alguien formule la pregunta a gritos en una madrugada y sea respondida sin elucubraciones. Miseria de saldo.