Campo infinito
Tengo la sensación de que muchas cosas se acaban y que hay pocas o ninguna que empieza. Como si diera igual que el vaso esté medio lleno o medio vacío ya que su fin inexcrutable es quedarse sin una gota de agua. ¿Para qué perder el tiempo entonces elucubrando sobre el optimismo o el pesimismo? Cada día nos parecemos más a un psicólogo de mandíbulas prominentes, de ojos enormes que miran el mundo desde un estado de enfermedad mental.
Y mientras tú calculas la cantidad de energía que produce una hoja de ese árbol (superficie, aprovechamiento, electrones, fotosíntesis) detrás tuyo hay alguien que, en silencio, te observa y está sintiendo que una risa nerviosa está a punto de invadirle, de felicidad por verte… Pero al final no, no te das cuenta de que está ahí. Y se va -él sabrá porqué- antes de que te dés la vuelta una vez que has encontrado el número que creías que buscabas -porque has encontrado uno erróneo, eso es claro, la hoja ha aumentado su superficie desde que tú la mediste-, por lo que serás consciente de que tu vaso se ha vaciado un poco más, unas gotas, pero suficiente como para decir que ahora tienes un poco menos de vida que hace un momento.
¿Existe alguna solución para esto? No si quieres ser objetivo, por lo que la solución es no serlo y disfrutar de ver cómo se va vaciando el vaso, aunque parezca una locura; disfrutar de cada gota que se escapa y restregártela por la cara seca es lo único que puedes hacer… Ah, y sonreir al girarte y ver a esa persona que aún sigue ahí, que podría ser yo, que podrías ser tú.