El camino de regreso
Vaya… De repente me despierto un día y no es mi saco lo que tengo encima sino mi sábana; y no me he despertado por el ruido de los alemanes al recoger sus mochilas sino por mi mismo. ¿Habrá sido todo un sueño?
Conocí a unos belgas que hacían el camino desde Bruselas, unos 3200 km, tres meses y medio. Y según ellos se volvían en tren porque en avión sería un shock muy fuerte. Ayer les comprendí perfectamente porque finalmente volví en avión desde Santiago a Madrid (haciendo escala en Barcelona, azares de las compañías de vuelo oye). ¿Sabes esa sensación de sentir el estómago encogido por estar alejándote de algo que quieres? Pues algo así sentí cuando los motores se encendieron, justo cuando el Sol empezaba a rozar el horizonte, cuando alcancé los 400 km/h para despegar, y cuando ví que la pista de aterrizaje que había rodeado esa mañana a pie se alejaba tan rápido que no podría ni tocarla en mis sueños. Lágrimas en mis ojos.
Y así ha sido, unos días de mucho sufrimiento físico y psicológico, pero no me arrepiento para nada. He conocido cosas y personas que me han abierto mucho los ojos, me he encontrado un poco a mí mismo, y creo que esas cosas bien valen dolor, ampollas, rodillas destrozadas, y unas ganas de hacerlo más largo el año que viene.
Ahora estoy viviendo un shock, cada momento del día tenía su ritmo, y ahora todo ha cambiado. He pasado de estar 8 horas al día preocupándome de mis pies y del camino que hay desde ellos hasta 5 metros por delante a volver a abrir de golpe Barrapunto, ElPais, … Al despertarte te sientes raro en tu casa porque parece que los actos de recoger el macuto, ponerte las botas, empezar a andar, es un fantasma que te sientes pero ya no está allí; y no sabes si alguna vez ha estado o si lo que vives ahora es un sueño.
El primer día hicimos 35 km. y ese fue el gran error. Nunca hagas el primer día más de 25, simplemente porque no sabes cómo va a aguantar tu cuerpo a medio plazo (al día siguiente). Debido a eso he ido arrastrando ampollas y una imflamación en las rodillas que me ha hecho pasar muy malos momentos, pero todo se veía recompensado con una gran sonrisa de satisfacción cuando te tumbabas, por fin, en la cama del albergue. El Camino es una pasada total y lo mejor que tiene es que es imposible no hacer amistad (y muy buena) con gente y conocer de al menos haber intercambiado unas cuantas frases a unas 80 personas.
Es gracioso que la gente que te encuentras el primer día vaya a ser la que, más o menos, te acompañe durante el resto del camino; ver cómo la gente va evolucionando, las relaciones entre ellos, la visión que de ellos tienes tú. He creado un grupo en Flickr para que la gente que tenga fotos y fuera en el “grupo” de los que llegamos el 15 de septiembre a Santiago pueda subir fotos.
Hubo muchas cosas que hice mal, por no prevenir y no hablar con más gente antes de hacerlo. Conocí ayer a una chica en el bus que me llevó al aeropuerto y mientras tomábamos un café y demás me contó que ella usó vaselina para los pies, que evita las ampollas, y además lo hace mucha gente… ¿Por qué nadie me dijo eso? Me habría evitado algunos disgustos.
Me gustaría saber cómo acabaron algunas historias, por ejemplo la del belga y la americana que venían andando desde Bruselas (3 meses y medio y más de 3000 kilómetros) para casarse en Santiago, o la de Luna y Jourhan que siguieron hacia Finisterre… Tengo muchas ganas de volver el año que viene para encontrarme nuevas historias. Ahora sí puedo decir que el verano se ha acabado, ouch.