Madrid cuerdo en agosto
Sin luna las noches parecen derretirse de tristeza, como cayendo sobre su propia oscuridad buscando una linterna o algo que aunque vaya a pilas dé luz. No es que hoy sea noche de Luna nueva pero desde la ventana de mi habitación no se ve y, para mí, viene a ser lo mismo. Esta noche se siente la derivada positiva de población que tiene Madrid; solamente un poco sobre cero, pero la tiene; como intentando emocionarse por lo que es imposible de provocar una sonrisa…
Saramago describío en Todos los nombres el cementerio de la historia como una gran red de tentáculos que, con el tiempo, va arrastrándose y colonizando más y más terreno. Madrid tiene similitudes con eso, la anárquica expansión que sufre y lo sinuoso y desbocado de su estructura… Las bocacalles parecen deformadas, como la boca de La Agrado en Todo sobre mi madre: haciéndose más extraña cada día que pasa pero tomando, cada noche, un poco de luz. Y sí, a esas calles irán llegando paulatinamente de personas que, con mejor o peor corazón, mirarán por la ventana al despertar y dirán: “aquí estoy”; algunos de ellos se dirán, además: “éste soy yo” y por suerte serán pocos los que no se vuelvan a levantar.
Por ahora y esta noche me siento un poco solo entre tanto aire, entre tanta calle sin coches y tantas ventanas apagadas. Refugio de soñadores y tumba de desdichados. Nadie tiene la culpa de ser un desdichado; porque la dicha no la elige uno, aunque a veces se puede tentar a la buena suerte. Suena raro el echarse de menos a uno mismo.
Esto se llena poco a poco y cada noche queda menos para que todo el mundo vuelta a la ciudad que durante el invierno le arropó con cariño y también para que, esta vez sí, haya Luna nueva… Ansiado 3 de septiembre. Y con éste hacen 500 posts…