Conociendo ciudades
Cuando llego a una ciudad que no conozco el proceso de asimilar su estructura y el no sentirme perdido me recuerda bastante al de cuando era adolescente y tenía a una Madrid casi desconocida aún por descubrir.
Primero estableces lugares de referencia por los que sabes moverte más o menos bien si no te alejas mucho, para más tarde ir conociendo más y más de estos. Para mi sitios de estos fueron Callao (tsss!) y el Rastro. Suelen ser sitios conocidos y grandes.
El segundo paso es establecer puentes físico/congnitivos entre los puntos de referencia que ya conoces. Es una sensación de hazaña total el primer día que llegas andando desde un sitio que conoces a otro. Sientes como si se iluminara una parte de tu cerebro, aunque en realidad aún sólo sea un conocimiento de una dimensión porque no tiene más que una dirección, eso sí con dos sentidos. Todavía entre un punto y otro sólo existe un camino.
El tercer y último paso es, como si fueras el agua de los ríos que se filtra en sus orillas para mojar los árboles, ir llenando de luz (en lo que a conocimiento se refiere) las calles pequeñas que nacen de los sitios que ya conoces, fijarte en algún nombre, alguna tienda… Y por el simple hecho de ir conociendo estas calles acabas llegando a otros puntos de referencia y terminando así el proceso, al menos de esa zona. Ahora ya tienes un conocimiento bidimensional; ¿por qué? Porque entre un punto y otro ya puedes tomar infinitos caminos. Curiosa observación, ¿no?
Esto no pasa con todas las ciudades, sólo con las que te permiten ir de un sitio a otro sin ver por dónde vas; es decir, las que tienen metro. Para mí Barcelona está aún en la fase segunda tirando hacia la tercera en algunas zonas. Aunque es verdad que por la mayoría de estructura cuadrangular que tiene no es difícil orientarse. Qué curioso el conocer ciudades, es un gustazo el ir dándote cuenta de que conoces cada vez mejor una ciudad… Porque ni la de uno mismo la conocemos por completo.