Viento blanco
Desde que mi bandolera antigua terminó por romperse y me compré una nueva más pequeña ya he tenido que abandonar una de las cosas que más me gustaba: dejar pegatinas con algo escrito en los lugares. Con fin humorístico o sentimental.
Como en mi universidad (excepto excepciones) no se leen muchos blogs no creo que haya problema en contar esto. Hay una chica de mi clase que, además de que bajo mi punto de vista tiene un atractivo muy especial, el día de la fiesta de la primavera llevaba un vestido blanco precioso; de esos medianamente ceñidos de cintura hacia arriba y con una enorme falda hacia abajo. En ese momento creí haber visto un ángel.
El otro día, en mi última clase, llevó el mismo vestido. Para continuar con el dejar notas en los sitios se me ocurrió escribir en un papelito “con tu falda blanca pareces un ángel de nube”, enrollarlo y atarlo con un hilo que salía de mi camiseta. Pensé que, si se daba la oportunidad, podría dejarlo caer en su bolso. No con fines de que supiera quien soy ni de que se enamorara de mi ni mucho menos; sólo por “regalar una sonrisa”
Al final no pude hacerlo porque recogió su bolso nada más acabar la clase pero me he dado cuenta de lo maravilloso que es, cuando llega el verano, y aparecen esas faldas de color claro, grandes, al vuelo y que convierten a la persona que las lleva, ni más ni menos, en un ángel.
Ángeles de nube, ángeles de Luna… Están entre nosotros porque todos lo somos en el fondo… Cada día me pregunto si lo increible que me parece el cuerpo humano es algo subjetivo, por el hecho de ser de mi misma especie, o realmente es así.