Domingos…
Siempre he tenido un gusto especial por los domingos; pienso que, quizás dentro de un tiempo, será el día en que te levantas a las 11, tu cuerpo abrazado al de tu pareja, el sol a través de la ventana ilumina dos cuerpos desnudos. Te levantas, preparas el desayuno y el ruido del borbotar de la cafetera y de el gentío que discurre por las calles que forman el Rastro llenan tu cocina; y el olor del desayuno se va propagando por el pasillo, por el salón, por el dormitorio… hasta el sueño de tu amante se ha llenado de ese olor.
Echo de menos tantas cosas que no recuerdo porque quizás ni las he vivido… ¿Cómo se llama eso? ¿Melancolía inversa? Tardes de domingo tirado en el césped del Retiro entre besos, páginas y caricias; tardes de domingo en los pasillos del Museo Reina Sofía entre cuadros, miradas y folletos enganchados en las manos entrelazadas…
Soñar es gratis, pero despertar y darte cuenta de que te falta todo… Se paga con el alma.