Madrid un miércoles
Ay mi querido Madrid. El otro día fui a comprar unas cosas a la Fnac y salí por la boca de metro de Sol. De repente me dí cuenta de que hacía tiempo que no pasaba por allí; seguía igual de activo y de vivo.
El fin de semana pasado estuve malo y no salí, por lo que echaba de menos un poco el patear esta ciudad de noche. Entre unas cosas y otras me liaron ayer para salir a tomar algo y a cenar; el sitio elegido fue La Pepita, en la zona de Tribunal, donde fuimos a cenar. La Pepita es un lugar, si no curioso, entrañable. Los reyes allí son los minis de kalimoxo, de cerveza y fritanga variada para comer (léase tortilla, croquetas, patatas bravas y demás). Es curioso que si no investigas un poco no encuentras el salón inmenso que hay en la parte de atrás; los fines de semana está lleno de gente bebiendo, hablando, comiendo y fumando. Un ambiente agradable entre punkis, jipis y pijos en un lugar donde parece que los 50 le sentaron tan bien que para qué cambiar la decoración.
Luego estuvimos esperando a unas chicas en la plaza Juan Puyol (creo que se llama así). Noche sin luna, ventanas encendidas con sombras trayendo y llevando platos, lámparas esféricas, y un móvil de metales que sonaba produciendo una música que te hacía creer que vivías tu propia “vida sin tí”. Luego la magia fue decayendo con la llegada del sueño; cuando sales entre semana en plan tranqui el cansancio de todo el día te recuerda las horas que llevas despierto… A la 1 en casa. Tengo ganas de volver a salir por Madrid entre semana, la magia aún no se ha recolectado.