Médicos
Pongo música adecuada para escribir esto… Algo lento, consistente, algo que me eleve pero que me deje pensar… Alfonso de Vilallonga, banda sonora de Mi Vida Sin Mí…
A veces sientes que tú y tu cuerpo sois algo distinto, que no estáis unidos por todas las esquinas ni por todos los pliegues de piel. Tú y lo que te separa del mundo físico estáis tan separados que ni tus uñas quedan al alcance de tus dedos. Estás enfermo, nada grave. Te das cuenta de que no eres perfecto, que ya no podrás ser nunca más supermán, el hombre de hierro.
No, no eres perfecto. O mejor aún: eres imperfecto. Y decirlo en voz alta (aunque sea un susurro) te suena raro, tan raro como ese momento en que tu contraseña sale de tu boca y no de tus dedos. ¿Sabes a lo que me refiero? Cuando alguna vez he tenido que revelarla lo he hecho deletreando; duele mucho oir tu secreto más íntimo, que no eres perfecto. Vivimos en un mundo tan de plástico, tan suave, que a veces no recuerdas que tu piel se rompe, tus ojos se enrojecen, tus músculos se deforman, tus vasos sanguíneos se dilatan, o que tus piernas dejan de responder a veces.
Odio ir al médico porque me recuerda que soy más mayor que la última vez que fui, que mi piel se seca, que tengo que hacer deporte, que ya me tengo que plantear un estilo de vida diferente. Odio ir al médico porque es el enfrentarte a tu secreto y confesárselo a otra persona. Otra persona que, además de desconocida, sabe más de tu cuerpo que tu mismo. Cuando alguien conoce mejor que tú algo tuyo creo que deja de ser tuyo en el sentido estricto de la palabra…
Aquí estamos, en la noche, yo. Y mi cuerpo en la otra esquina de la habitación, su sombra titilando de frío y yo observándolo con miedo.