Citas en los Aeropuertos
Como contaba en el post anterior, un amigo mío vino de Brasil hace un par de semanas, por unas cosas y otras fuimos dos veces a buscarle al aeropuerto ya que hizo un viaje dentro de Europa. Es increible los sentimientos que crecen (al menos en mí) o florecen (por estar aletargados) cuando voy al aeropuerto. Quizás sea porque no suelo viajar mucho en avión, pero el llegar, y estar por los pasillos, las terminales, las colas, las cafeterías, etc, me hace recordar los viajes que he hecho.
¿Quizás los sitios guarden un poco de nosotros por haber estado allí? ¿O la triste realidad es que los recuerdos sólo quedan en nuestras mentes?
Los aeropuertos tienen, para la mayoría creo, un algo especial ya que los visitamos sólo en contadas ocasiones y normalmente fue en momentos dignos de recordar. Mientras esperaba estuve sentado en una cafetería de Barajas que da a la pista de aterrizaje y estuve viendo, atontado, cómo los aviones marchaban hacia las pistas de despegue y cómo aquellas máquinas inmensas tomaban tierra dejando una ligera pero duradera nube de humo azulado en la pista.
Cuando veo un avión volando o aterrizando me cuesta creer que realmente hay gente ahí dentro en sus asientos, más o menos nerviosos, más o menos dormidos, o más o menos felices. Es cómo si fuera un videojuego y realmente ese mamotreto no es más que unos cientos de polígonos que alguna máquina renderiza para mis ojos. Como reza la firma de un barrapuntero: “Si te fijas bien en la realidad, verás los píxeles”. También es cierto que Descartes dijo “Pienso, luego existo”. Con lo que, aunque todo esté simulado (si es que es así), cuando la ficción es virtualmente igual que la realidad, es otra realidad. Algo así supongo que quiso decir aquel que escribió “Si usted tiene un perro y hace un cuadro de su perro exactamente no tendrá un cuadro sino dos perros”.
Pues eso, que entre citas y divagaciones me voy a Casa Pepe a tomar algo. Además esta noche se sale, que es martes