Bienvenido otoño
Lo noté en cuanto puse mi culo sobre mi silla en clase. Vaya, qué poca luz entra por las ventanas… Luego, mientras pasaban fórmulas por la pizarra y el cañón de video escupía transparencias de PowerPoint parecía como si empezara a haber gotas en las ventanas… Bueno: bienvenido otoño; otro más.
Luego al salir de clase fui a buscar a Fher (quien promete que volverá a escribir en su diario en cuanto tenga un diseño chulo) y Fare a la Telecoteca; y allí estaban tras una jornada de estudio. Hasta aquí todo bien, lo único que fuer estaba todo inusualmente gris. Cogimos el E hasta Conde de Casal y Fare tenía que hacer la compra. Como dos buenos caballeros la acompañamos pero de repente empieza a llover. Argggg, la faceta más triste del otoño llegó. A mi me gusta que se caigan las hojas, que empiece a hacer frío, pero que llueva… Jo.
Luego en el metro me fijé bastante en la gente. Vi todo tipo de cosas:
- A mi lado de pie había una chica de unos 23 con rasgos indios muy guapa, pues enfrente mío había 3 viejecitos embobados con el culo de la muchacha
- Unos adolescentes hablaban bastante alto (los oía a pesar de los cascos) y, aunque no sepa lo que decían, me hizo gracia ver las caras de las personas: indignación, vergüenza y risa.
- Una rubia enfrente mío leía algo que parecían apuntes impresos, miraba de reojo a otro chico con aspecto colombiano que leía un libro apoyado en un barrote. El chico no se dió cuenta.
- Una señora de unos 60 años muy maquillada, tintada y vestida con ropa muy alegre, se sienta pero la cuesta… Quizás se esté empezando a dar cuenta de que ya no es la que era.
- Un chico de unos 26 años, trajeado, leía la Computer Hoy, a veces ponía cara de extrañeza y otras miraba alrededor.
Un vagón de metro puede llevar en él mil historias y crear varias decenas de relaciones, aunque duren 18 minutos y sólo se transmitan cosas por la mirada. Pero es un sentimiento distinto.
El otro día me encantó ver a una chica leyendo las Rimas y Leyendas de Bécquer; algún día de estos me lo tendré que llevar en el metro. Lo que más me gustó fue ver que cada 2 o 3 estrofas levantaba la mirada del libro y ojeaba el vagón entero, yo incluido; quizás buscando algo que le recuerde lo que acaba de leer, o que se haga sentir de otra manera lo que ha leido… Es algo que siempre hago cuando leo a Bécquer.
El otoño hace que te fijes en ese tipo de cosas Feliz estación