Símbolos e iconos
En esta sociedad nos rodean muchos iconos, algunos para hacer las cosas más prácticas (o más automáticas) como los carteles del baño, otros que simbolizan pasado (recuerdo) presente (vida) y futuro (esperanzas) como el Gernikako Arbola (Arbol de Gernika).
En la película Fahreneit 451, que trata sobre un mundo donde los libros son ilegales, todas las cosas son símbolos, iconos y representaciones… Puede ser que un icono nos haga plantearnos las cosas de otra manera o que nos pervierta la capacidad de profundización sobre un “algo”, haciéndonos ver algo que es solamente superficial. Los iconos hacen perder la etimología de las palabras, el único recuerdo que guarda una palabra sobre su evolución. Quizás es que eso depende del tipo de icono, algunos te hacen pensar y otros te mecanizan. ¿Ejemplos?
Creo que el Gernikako Arbola, que murió el pasado abril, es un símbolo de lo más maravilloso y de aquellos que sí que dan de pensar. Según he leido en algunos sitios (1, 2) era costumbre muy antigua traida por la corriente cultural indoeuropea a los euskos (los vascos, vaya; que habitaban donde lo siguen haciendo ahora) el celebrar las reuniones en las que algo había que debatir o acordar en torno a un árbol a ser posible de larga vida: un roble por ejemplo.
A partir del siglo XVIII las Juntas Generales de Bizkaia se reunían en la Casa de Juntas, donde por tradición había un roble plantado:
El Árbol simboliza las esencias más profundas del alma política de esta Tierra, (sic)* que se materializa en su afán de autogobierno.
Los Señores de Bizkaia habían de jurar bajo el Árbol de Gernika guardar y respetar los usos y costumbres de los vizcaínos, es decir, los Fueros. Solamente después de cumplimentado este requisito, los Señores de Bizkaia eran reconocidos como tales.
Tras la supresión de los fueros en 1876 ya no había nada que hacer en torno a ese árbol, pero se mantuvo la costumbre. Ahora (desde 1977) en torno al Gernikako Arbola se inicia el curso político y el Lehendakari (Presidente del Gobierno Vasco) jura su cargo.
Los árboles envejecen por supuesto, y no iba a ser este menos (por muy vasco que sea ;)); por lo que se van replantando en el mismo lugar los retoños del original. El que ha muerto es el hijo del Arbol Viejo (en la foto, el primero); un hijo de este está preparado ya para ser transplantado.
Entre la canícula y un ‘fungus’ invisible han tumbado lo que no pudo la Legión Cóndor. Si los árboles hablaran.
Este verano en mi tour por el norte tuve la dicha de poder estar en ese lugar. Es maravilloso que haya tanta esperanza en un lugar que ha vivido lo que ha vivido. Y que sigamos utilizando tantos símbolos con un fin culturalmente sano…Un bonito símbolo sí señor, ¿no os parece? Incluso da la impresión de sacado de una historia medieval: la vida finita e infinita entremezcladas; árboles que mueren pero siguen ahí en la esencia y en lo que representan…
Al fin y al cabo ese roble es un símbolo, un icono.