Vida en la Montaña
Huesca me volvió a encantar un poco… La última vez que estuve en Huesca más de un par de horas me gustó el ambiente de la ciudad. Las casas tienen un toque montañés que siempre me ha parecido mágico e inalcanzable; además una vez que estuve todos los días a partir de las siete de la tarde una niebla tremendamente espesa se apoderaba de las calles y de las miradas. Cuando este verano estuvimos de viaje por los Pirineos, o cuando me iba de campamento de pequeño estaba en ese tipo de casas; creo que albergan una vida especial dentro de ellas, una vida de diversión entre madera, fuego, música y bebidas espirituosas.
La vez que más me dió esa impresión fue cuando estuve con mis padres grabando iglesias por los Pirineos. Comimos en un pueblo, Sant Climent de Taüll, que tenía un bar con música celta a no mucho volúmen, leña en la chimenea, unas tostas deliciosas y un cartel en la puerta que informaba sobre los conciertos que, músicos del valle, iban a dar en ese bar a lo largo del mes… Me hubiera gustado vivir un viernes por la noche en ese lugar; aunque quizás es necesario vivir ahí todo un año para integrarse, conocer a la gente y llevar, por el resto de tu vida, unas gotas de vida montañesa en la sangre que corre por tus venas.